03/04/2021

TIEMPOS LEGENDARIOS SE HICIERON PRESENTES EN LA SOLEDAD

La jornada del Viernes Santo ha quedado para la historia de Cantillana donde se rememoraron los tiempos fundacionales de la Hermandad de la Soledad, aquellos lejanos años del siglo XVI.

Cantillana amanecía con su Patrona sobre su peana de plata recién restaurada y su característico manto de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, pieza indispensable de esta jornada cantillanera.

Una larga cola de personas que ocupaba toda la explanada del Santuario aguardaba durante todo el día la espera para contemplar a los sagrados titulares, como es costumbre en la tradicional visita de pleitesía en la mañana del Viernes Santo. En la misma, se podía seguir con la costumbre tan arraigada de ofrecer a la Virgen las típicas "moñitas" que van prendidas en los cirios de la candelería del paso con las intenciones de cada devoto. Este año, al carecer de ese centenar de candelabros que lleva el paso de la Señora, se colocaron las llamadas "velas Marías" junto a la imagen de la Virgen de la Soledad donde fueron colocando dichas moñitas y dejando los cirios tapados casi al completo.

Sobre las 15:00 h., las puertas del Santuario se cerraban para preparar lo que sería un acto histórico en la tarde del Viernes Santo. Así, a las 17:30 h. volvían a abrirse las puertas del templo ante una larga cola de hermanos y devotos que esperaban desde prácticamente la misma hora en la que se cerraron, decían algunos presentes.

Esta vez, la Virgen había sido despojada del manto juanmanuelino y colocada en unas pequeñas andas procesionales con dos cirios, los mismos donde prendían las moñitas.

Ante un auténtico Calvario, el Santo Cristo del Sepulcro crucificado escoltado por San Juan Evangelista y Santa María Magdalena, bajo la cúpula del templo, se encontraban las andas de la Virgen y el lecho mortuorio donde sería depositado el cuerpo del Señor.

A las 20:00 h. comenzaba el acto Solemne. Cuando el Santo cuerpo fue descendido de la cruz y presentado a la Santísima Virgen, comenzaba la procesión claustral de Santo Entierro por las naves de la iglesia, un cortejo sobrio que nos transportaba a tiempos pasados. La sorpresa para muchos de los presentes fue cuando la imagen de la Patrona se alzó y comenzó su andar tras el Señor en duro duelo hasta la sepultura. El momento más emotivo se produjo cuando los titulares de la Hermandad de la Soledad se encaraban a la puerta del Santuario para bendecir al pueblo y a las personas que, por aforo y medidas de seguridad sanitarias, no pudieron acceder.

Finalmente, una vez el Santísimo Cristo Yacente fue depositado en el Santo Sepulcro, la Sagrada Imagen de la Virgen volvió a disponerse en solemne veneración hasta la hora permitida.


















 Fotografías: J. Ángel Espinosa